SER ABOGADO

En mi primera clase en el preuniversitario de la carrera de Derecho, como es costumbre, a todos los nuevos estudiantes nos preguntaron ¿por qué quiere ser abogado?

Siendo sincero, no recuerdo con exactitud lo qué dije aquel día; pero seguramente fue una respuesta muy parecida a lo dicho por algunos de mis compañeros: luchar por la justicia, servir a los ciudadanos, defender a quienes lo necesitan e intentar cambiar el sistema judicial con el que  todos estábamos inconformes.

Ya han pasado algunos años desde esa primera clase y debo admitir que, en varias ocasiones a lo largo de mi paso por la Universidad, me cuestioné por qué elegí esta carrera.
¿Tenía sentido estudiar derecho en un país en el que las leyes poco se respetan y un mundo en el que la justicia no es para todos? Precisamente creo que cada uno, desde su esfuerzo individual, puede aportar para cambiar esa realidad y -aunque suene a aquel estudiante del preuniversitario- sigo pensando que no todo está perdido.

Al terminar el pregrado, les confieso que el recibir mi título de abogado fue un duro golpe de emociones: veía en los ojos de mi madre el orgullo por todos los sacrificios que hizo para que llegara ese día, incluso mi hermano menor  que es poco expresivo estaba contento, me hubiera gustado mucho compartir ese momento también con mi abuela; pero sin duda, estaba muy feliz por ellos, pero no del todo convencido de haber tomado la decisión correcta.

Cuando ya ha pasado algún tiempo desde aquel día, debo admitir que no me equivoqué al elegir esta carrera que se han convertido en una herramienta muy útil para servir a las personas, vocación que ejerzo con pasión y responsabilidad.
Sobre los prejuicios y rumores negativos que hay respecto a la profesión de abogado, prefiero omitir cualquier comentario. En cualquier ámbito profesional el ejercicio ético es requisito indispensable.

A pesar que apenas tengo un par de años de haber terminado la carrera, ya son algunos los casos que me han sido confiados y reconozco que nada supera la enorme alegría que significa poder -mediante una defensa adecuada- cambiar la vida de una persona: como aquel niño que no era reconocido por su padre o no recibía una pensión alimenticia adecuada, como aquel amigo que estaba detenido injustamente, como aquellas parejas que eligieron terminar su matrimonio por una vía amigable y rápida, entre otros. Justamente de eso se trata: intentar ayudar con nuestros conocimientos a quien lo necesita para poder darle un giro a aquella complicación que quizá le quita el sueño o su libertad.

Esta profesión no tiene horarios, exige actualización constante y esfuerzos múltiples, pero las recompensas son enormes. Si algún día soy padre, si uno de mis hijos quiere ser abogado, me sentiría muy orgulloso y le prestaría toda mi ayuda como lo hizo mamá conmigo.

Igual actitud tendría ante cualquier opción que elija, siempre que ejerza su vocación con responsabilidad y trabaje con honradez. Si ustedes me preguntan, admito que si pudiera volver a nacer, volvería a ser abogado.

Ser Abogado
César Coronel Garcés
ccoronelg@hoy.com.ec/ Tuitter: @ccoronelg

Columna de opinión cortesía del Diario Hoy de Quito-Ecuador, publicada el día 02/04/2014
http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/ser-abogado-603804.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

UN EXTRAÑO CASO DE SUCESIÓN TESTAMENTARIA CON DISPOSICIONES MÚLTIPLES (CASO CERRADO Nº 853)

UN EXTRAÑO CASO DE SUCESIÓN TESTAMENTARIA CON DISPOSICIONES MÚLTIPLES

Invitación al Taller: "El Arte de la Oratoria"